Para cualquier fan del comic, que haya tanta cantidad de material en la pantalla basado en ese maravillos e inabarcable universo debería ser una bendición. Nada más lejos de la realidad. Algo que hace poco más de una década prometía, y mucho, ha terminado convirtiéndose en una salida recurrente para los blockbusters más aparatosos y vacíos con los que la industria estadounidense inunda las salas de medio planeta, aquellos proyectos que responden más a intereses mercadotécnicos (es decir, básicamente a hacer dinero) que a hacer CINE, aunque parezca una contradicción. Mala cosa cuando los proyectos se desarrollan más en los despachos de los ejecutivos que en los de los directores y guionistas. Quitando el Batman de Nolan, las producciones de superhéroes de un mínimo de calidad pueden contarse con los dedos de media mano. Las primeras de Iron Man ó Thor parecían entrever un camino digno, grandes historias llevadas con cautela sin que fueran absorbidas por los fastos de la grandilocuencia digital ni el vacío argumental. Pero poca cosa si comparamos la ingente cantidad de material que se estrena anualmente desde hace más de una década. La interminable serie de los X-Men (qué forma de acabar con el misticismo de esos personajes), la bochornosa recreación de los 4 Fantásticos, los interminables re-boots de Spiderman o Superman… o el vacío más absoluto de los Vengadores… hace que uno ya haya perdido en gran parte la esperanza en estos productos. De hecho, la esperada “La liga de la Justicia”, está siendo vapuleada por la crítica por ser justamente un barbiturrillo de idas, directores, guiones e intereses mercadotécnicos en el que se difuminan historia y personajes.
Es entonces cuando aparece Netflix y nos da un par de alegrías. Y es que el canal de televisión hace años apostó por lo que esas historias, esos personajes y sobre todo, ese público (un público más maduro y cultivado en el cómic) estaban pidiendo. No nos engañaremos, el resultado hasta la fecha ha sido desigual, pero el nivel es alto y sobre todo la premisa es a priori la misma, construir un universo consistente, de calidad y sobre todo respetando al público, respeto que se traduce en presentar algo más que un producto de usar y tirar.
Su colección de series del universo Marvel comenzó con una brillante recreación de Daredevil, su primera temporada fue una maravilla, más cercana al cine negro que al de superhéroes, marcando un antes y un después para muchos de nosotros y comprobando, por fin, que era posible disfrutar de un universo de comics en pantalla a la altura del impreso. Gran historia, grandes interpretaciones (Charlie Cox como Matt Murdock/Daredevil y especialmente un fantástico Vincent D'Onofrio como Wilson Fisk) y una ambientación trabajada dan como resultado una primera temporada apabullante. Quizá el empecinamiento de la cadena en crear un universo estrechamente relacionado entre todas sus creaciones haya pecado de excesivo, pero no seré yo quien se queje. A continuación vino “Jessica Jones”, que mantuvo sin duda el nivel de su predecesora, menos oscura pero con grandes momentos, sin duda (cómo olvidar ese Killgrave maravillosamente interpretado por David Tennant). La segunda temporada de “Daredevil” consiguió incluso subir el nivel, igualmente oscura e intensa pero a la vez con más acción. Además, a medida que se emitía cada nueva temporada se iban introduciendo personajes y tramas que evidenciaban que tarde o temprano confluirían en un mismo punto (“The Defenders”) o tangencialmente (The Punisher en la segunda temporada del diablo rojo de Hell’s Kitchen). Más tarde llegaría Luke Cage, que bajaría considerablemente el nivel pese a una espectacular facturación (esos bares, esas actuaciones de colosos del soul, esa ambientación tan de cine negro…), y el nivel tocó fondo con un innecesario Iron Fist, posiblemente el superhéroe más inútil y con menos carisma de la historia. Con la serie conjunta “The Defenders” mejoraron algo el nivel pero también tocaron hueso, daba la sensación de que la fórmula se agotaba, demasiado metraje en tan poco tiempo.
Y sin embargo con The Punisher, la productora consigue de alguna forma reinventarse un poco al salir de esas tramas (Pelear siempre contra esa “La mano” ya cansaba), de una acción basada en saltos, katanas y artes marciales (ver pelear a Iron Fist daba vergüenza ajena, la verdad). The Punisher es otra cosa. Como digo, a Frank Castle lo sitúan en otro ámbito, en una guerra del personaje contra una trama gubernamental y sobre todo contra sí mismo, esa tortura por haber provocado la muerte de sus seres queridos y por ser sabedor de aquello en lo que se ha convertido, una máquina de matar que disfruta de lo que hace pese a que a la vez lo consume por dentro. Aquí no hay enemigos atávicos ni templos budistas en universos paralelos, aquí el enemigo es la avaricia que corrompe todo lo que toca, es la corrupción de los altos cargos. Es de hecho, una temporada con más violencia que en las anteriores. Si Daredevil discutía con The Punisher en su segunda temporada sobre la violencia, aquí Castle demuestra que no cabe la compasión con el que no la merece. Pero no os equivoquéis, no es una serie de mamporros, la serie sabe perfectamente orquestar una historia bien hilada, que va de menos a más y que muestra cómo el gran patriota que se cree Frank Castle comienza a entender (o a entender que no entiende nada) la absurda maquinaria de su propio país. Enorme momento en el que un Castle en mitad de una misión en Afganistán suena “I wish it was true” de The White Buffalo:
La diosa Jones aparecía actuando en Luke Cage. |
Country, I was a solider for you,
I did what you asked me to,
It was wrong and you knew
Country, now I’m just a stranger to you
A number, a name it’s true
Throw me away when you’re through
Home of the brave and the free, the red white and blue
But I wish it was true
En general el nivel es alto, como decía, la serie va de menos a más, y aunque no llega al nivel de Daredevil, tanto la trama como los personajes encajan. Y sí, a Castle le falta un poco del humor negro del comic y su dicción a veces parece la del “mejor” Stallone, pero a Jon Bernthal se le reconoce que encaja a la perfección, además del resto del cast ralla a gran altura, sin olvidar a Kelli Barrett, interpretando a la mujer de Castle… ¿la criatura más terriblemente hermosa que haya salido en la televisión? Posiblemente.
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Piensa que la vida son dos días. “Memento mori”, recuerda que morirás. Disfruta todo lo que puedas.