El pasado viernes regresaba a las calles de Jerez el concurso que la bodega Sánchez Romate Hnos. tuvo la genial idea de comenzar a organizar el pasado año con mucho acierto y tino, auspiciado por su gama de productos Unusual Sherry. Uno que es músico (muy, muy aficionado) y consumidor obsesivo de música (muy, muy obsesivo), agradezco enormemente este tipo de actividades, desde ambas vertientes, desde la del músico (aficionado, lo he dicho ya, ¿verdad?) y como consumidor. Por desgracia la música en directo es algo que hace tiempo desapareció como elemento natural de la vida de la calle, tanto de noche como de día. En otras ciudades la música en la calle es algo cotidiano, desde ese artista callejero que se planta en mitad de una plaza a tocar, practicar, actuar en una palabra... como los que amenizan los negocios de restauración. Pero en España y especialmente el sur es algo que no se está acostumbrado a disfrutar, vete tú a saber por qué. Y sin embargo lo cierto es que la música forma parte de nuestra vida y el año pasado con la primera edición pudimos comprobar que en la sombra, más allá de las manifestaciones musicales a las que cada individuo puede acceder (poned las que queráis, antes eran los 40, luego Operación Triunfo… siempre habrá una corriente músico-cultural vectorizada para satisfacer el consumo comercial de la mayoría), hay una cantidad ingente de artistas que hacen música, que tocan instrumentos de todo tipo, que componen, que cantan y que tienen esa necesidad kármika de interpretar música. Curiosamente, y para regocijo de muchos de nosotros, el flamenco apenas ha hecho acto de presencia en estas actuaciones. Y no porque tenga nada en contra del flamenco, sino porque demuestra que en nuestra tierra hay mucho más que ese estilo, que hay mucha gente queriendo hacer cosas y simplemente no existen los canales necesarios para poder desarrollarlas.
En cualquier caso el pasado viernes comenzó la edición de 2017 de forma accidentada: La primera y tercera formación no aparecieron y apenas tuvimos que “conformarnos” con el dúo Wild Mojarras, y entrecomillo porque fue una auténtica maravilla. Uno no sabe qué se va a encontrar en cada actuación, así que esperas con ansia ver de qué palo va cada nueva actuación. Esta me encantó: Una chica con su voz y un oboe junto a un chico armado con su bajo eléctrico, sin más. Y si de entrada no parece que pudiera parecer atractivo, lo fue, sin duda. Ella tiene una voz fantástica, potente y negroide, toca el oboe con soltura (el nivel de ambos es muy alto) y sabe moverse con mucha gracia, y sabe llevar el peso de la actuación con mucha naturalidad. La sorpresa es que, pareciendo que harían interpretaciones clásicas e iniciando efectivamente con piezas barrocas, luego se lanzan con versiones fantásticas del “Psycho Killer” de Talking Heads (de dónde salen niños que escuchen a Talking Heads en 2017??? Bravo por ellos, joder!!), el “Ain't No Mountain High Enough” que popularizaron Marvin Gaye y Tammi Terrell… con el reciente éxito de Meghan Trainor “All About That Bass” y como sorpresa final una versión jazzy BRUTAL del “Sweet Dreams” de Eurythmics. ¿Qué más se puede pedir? Cuando pasaron por mi mesa les di la enhorabuena y les dije lo que pensaba, que ya de por sí que gente tan joven toquen tan bien tiene mucho mérito, pero que demuestren tener ese background musical es maravilloso. Hoy en día, pese a tener todo disponible a un solo click, el nivel musical de las generaciones más jóvenes suelen perderse y quedarse en la superficie del youtube puntual, de las listas de spotify o de los carteles continuistas de los festivales que abundan hoy en día, con listas de artistas que parecen clónicas. Así que disfrutar de gente joven que no solo interpreta sino que rebusca e indaga no puede ser más que maravilloso.
Y sí, me fui con ganas de más, de volver a verlos a ellos y de que llegase el siguiente viernes para disfrutar de nuevo de una velada de música callejera, sin duda, la más honesta y sincera.