Hace diez años me estrenaba haciendo un trabajado artículo sobre una serie (Carnivale) que me pareció confusa, retorcida, áspera, densa… pero sobre todo me pareció brillante. Su aparatoso retorcimiento estaba al servicio de una historia fabulosa, estaba perfectamente construida y sus dos temporadas pudieron pecar de muchas cosas, pero desde luego no de artificiosidad. Casi quince años después el negocio de las series de televisión se ha desarrollado de una manera que ni los más entusiastas podríamos haber imaginado: Desarrollo vertiginoso de las tecnologías, con terminales más manejables e inteligentes; abaratamiento de precios; proliferación de plataformas de televisión a la carta (Netflix, Amazon, HBO…); y sobre todo la aparición de una demanda que roza lo enfermizo. Las series de tv se han convertido en un producto masivo de primer nivel. Las productoras han entrado en una vorágine en la que tienen que desarrollar más y más productos con los que no pierdan ni medio centímetro respecto a sus adversarios, han encontrado la nueva gallina de los huevos de oro y están en la cresta de la ola. Hace poco tiempo, cada año aparecían dos o tres series interesantes que se añadían con más o menos acierto a las que ya estaban asentadas. Ahora, en cambio, la vorágine simplemente se ha disparado, como si de una burbuja especulativa se tratara, parece que es más importante hacer series “en serie” (permítanme el torpe juego de palabras) que encontrar el producto adecuado, parece que desarrollan el producto y luego determinan el target, cuando debería ser al revés. Hace unos pocos años, como decía, cada nuevo lanzamiento era controlable por parte del consumidor/espectador. Los más ávidos podían controlar el visionado de los episodios de las dos, tres a lo sumo, novedades. Hoy la oferta se ha desmadrado tanto que es imposible completamente aspirar a estar al día de todo lo que se nos ofrece. Hay incluso en Estados Unidos casos de algo que se ha traducido como “stress audiovisual”, casos de alteraciones nerviosas (falta de sueño, crisis nerviosas…) por ser incapaz de mantener el ritmo para verlo TODO.
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Yo hace unos meses decidí que ya era suficiente, la oferta era/es tan exagerada que dejé de interesarme por las novedades. La última serie que vi fue Preacher y porque estaba de vacaciones. Incluso algo aparentemente tan interesante para mí como Vynil decidí ignorarla, cuanto más la cancelaron por no conseguir los ratios suficientes pese al enorme presupuesto del que disponían. Netflix está presentado o tiene pensado hacerlo Santa Clarita Diet, Una serie de catastróficas desdichas, Gypsy, Discovery, Iron Fist, Star Trek, Death Note, más las nuevas temporadas de cosas como Stranger Things o Narcos. HBO en su caso tiene a Taboo, Big Little Lies, Six, Crashing, Feud, When we rise, y las continuaciones de The Leftovers, Veep, Silicon Valley o Juego de Tronos…
¿Y bien? Pues que suele pasar que cuando se entra en un juego así, un tablero donde se ha pasado a un nivel de exigencia de producción masivo, a veces el producto final no por costoso, no por tener puntos de partida interesantes, no por contar con grandes actores… va a ser el adecuado. Al igual que con Vinyl (por lo que se comenta, no la he visto), el intentar ir más allá, el derrochar recursos en realidad ha ido en contra de la propia serie. HBO ha declarado que necesita urgentemente otro Juego de tronos y no reparó en gastos para Westworld. ¿El resultado? Un trabajo aparatoso. Grandilocuente, pero vacío, terriblemente vacío. Contando con apenas un par de buenos momentos, los diez episodios de la primera temporada transcurren entre la vacuidad más absoluta, con una trama presuntamente retorcida que no dice nada. Los momentos supuestamente más intensos carecen de poso dramático. La trama, a pesar de ser original, no va a ninguna parte.
¿Pretende ser un trabajo filosófico sobre la vida humana, sobre la conciencia? ¿Es simplemente un divertimento sin más? ¿Trata profundizar en la psique humana? Porque, para mí, naufraga en todo tipo de análisis al que la sometas. Personajes artificialmente complejos se entrelazan en una trama que pretende ser trascendental y sin embargo no transmite nada, ni siquiera ritmo narrativo. Obviamente no todo es negativo, las actuaciones de algunos de sus actores son notables, a Hopkins no lo vamos a descubrir, es soberbio. Evan Rachel Wood como Dolores realiza un trabajo intenso, Jeffrey Wright como Bernard (lo recordaréis por su enorme papel en Boardwalk Empire) o Ed Harris realizan interpretaciones más que convincentes. Y el detalle de la música del prostíbulo con versiones de salón de temas de los Stones, Radiohead… es brillante. Pero en conjunto es muy poca cosa para lo que se ha anunciado como “la serie que desbanca a Juego de tronos”.
¿Pretende ser un trabajo filosófico sobre la vida humana, sobre la conciencia? ¿Es simplemente un divertimento sin más? ¿Trata profundizar en la psique humana? Porque, para mí, naufraga en todo tipo de análisis al que la sometas. Personajes artificialmente complejos se entrelazan en una trama que pretende ser trascendental y sin embargo no transmite nada, ni siquiera ritmo narrativo. Obviamente no todo es negativo, las actuaciones de algunos de sus actores son notables, a Hopkins no lo vamos a descubrir, es soberbio. Evan Rachel Wood como Dolores realiza un trabajo intenso, Jeffrey Wright como Bernard (lo recordaréis por su enorme papel en Boardwalk Empire) o Ed Harris realizan interpretaciones más que convincentes. Y el detalle de la música del prostíbulo con versiones de salón de temas de los Stones, Radiohead… es brillante. Pero en conjunto es muy poca cosa para lo que se ha anunciado como “la serie que desbanca a Juego de tronos”.
Aparatosa, engañosa y vacía. Cada vez me apetece menos ver dedicarle tiempo a las series, la verdad… Aunque dudo que le importe a nadie…. yo me bajo de esta vorágine.