Las chicas Gilmore es una de esas series de las que te enamoras. No sólo de ellas, las Gilmore, sino con ellas. Una serie sin grandes aspavientos, que te atrapa desde su sencillez y la calidez de sus personajes, la naturalidad de las actuaciones y de las historias que te cuentan. Fueron siete temporadas en las que aprendimos a adorar a Lorelai, a sus padres, a los vecinos (soy muy fan de Kirk y de Taylor, aunque, ¿quién no?), crecimos juntos de la mano de Rory, y nos sentimos uno más de ese entrañable pueblo llamado Star Hollow.
Cuentan que los productores de la serie, que no trabajaron en la temporada final oficial, no acabaron contentos con este. Por alguna razón, después de siete temporadas, aquel desenlace amable (a mí me pareció perfecto) no les satisfizo. De esta forma, casi diez años después, Netflix les ofreció hacer un extended play para que desarrollaran un “nuevo final” más acorde con su idea original. ¿Y bien? Bueno… para comenzar yo tengo que decir que tener a las Gilmore de vuelta siempre me parecerá bien, son como de la familia. Pero… ¿era necesario? No realmente. Nueve años son muchos años, los personajes han crecido, y la sensación durante los cuatro episodios (divididos en las cuatro estaciones del año) es que los personajes, el engranaje estaba oxidado. La serie va inevitablemente de menos a más, el ritmo de la serie funciona de forma inversamente proporcional al botox de Laurem Graham, que se va desinflando con el paso de los capítulos (el botox, digo). Y es que el paso de los años es implacable y en algunos personajes es casi impactante (a Patty casi no la reconoces, y a Kelly Bishop, majestuosa siempre, impresiona verla tan delgada), por no decir la gran (y única, afortunadamente) ausencia del enorme Edward Herman, el patriarca Gilmore, cuyo fallecimiento está presente (diría que casi demasiado) durante los cuatro episodios.
Hay que comentar que a pesar de las teóricas intenciones de los creadores de darle un nuevo epitafio a la serie, los cuatro episodios pecan demasiado de hacer un recordatorio de personajes e historias pasadas, sobre todo en lo que se refiere a Rory. Lo que podía haber sido un gran acierto a cuentagotas acaba pesando algo más de la cuenta y haciendo que parezca un especial de navidad con apariciones estelares de antiguos personajes (es que no falta ninguno… de hecho recuperan secuencias del abuelo!).
También tengo que reconocer que algunos episodios (de una hora) se hacen algo largos. El primero por ejemplo, se hace eterno, la ilusión de volver a Star Hollow se va desvaneciendo con la lentitud del ritmo que se le imprime. De hecho, hay algunas secuencias exageradamente alargadas que en un episodio normal jamás habrían sido incluidas en su totalidad. La secuencia de entrega de las copias del periódico local es E-T-E-R-N-A y sobre todo innnecesaria y hay alguna más también que se podrían haber evitado.
En cuanto a la historia, recuperar a una Rory perdida tras lo brillante que se preveía su vida, como perfecta niña con un futuro perfecto me parece acertado, cogido con alfileres, pero acertado, aunque reconozco que sus vivencias me parece algo más frívolas de lo que uno pudiera esperar de Rory Gilmore.
Hasta aquí lo que no me ha gustado, porque de alguna forma, me ha dejado algo frío en general. Pero ahora lo positivo, que ha sido mucho también. Sin duda, lo mejor… volver a Star Hollow. Todo está igual, nada ha cambiado, y eso es maravilloso. Cuando una serie ha formado parte de tu vida durante tanto tiempo y lo ha hecho con ese halo de naturalidad y cercanía, regresar siempre es bienvenido. Y sí, la serie comienza algo anquilosada, pero va de menos a más, poco a poco se va quitando la pesada losa de ser tan deudora de aquellos lejanos episodios y consigue un ritmo propio, una historia propia. De hecho el último capítulo, Otoño, es el mejor (aquí ya nos hemos olvidado de que se ha habido un lapsus de 9 años) con una secuencia (en la que Logan y sus amigos “capturan” a Rory) es magia televisiva, con una versión rockera del With a Little help from my friends. Y aún así, el final… ufff… ese final preparando la boda en casa de Loreali, con Kirk diciendo que prefiere vomitar en el baño de arriba porque en el de abajo siempre se hace daño en las rodillas… ese momento MÁGICO de las bombillas poblando toda la plaza de Star Hollows (esa plaza es un personaje más), con Loreai cruzándolas como si fuera un velo de luces… mientras se ve al bueno de Kirk…
Podría seguir, podría hablar de muchos más detalles, mejores y peores de este “añadido” a una serie que fue perfecta, pero… terminaré como comencé: Siempre es bueno tener a las Gilmore de vuelta.
1 comentario:
Una de mis series favoritas, y tenerlas de vuelta......ha sido genial!
Publicar un comentario