POST CON SPOILERS, OJO!
No pretende ser esta una crítica de cine, no me considero especialista sobre nada en general y mucho menos sobre cine en particular. No soy Carlos Boyero, ni Pumares, ni pretendo serlo, dios me libre, pero trataré de explicar qué sentí ayer en la sala de cine ante la nueva película de Star Wars, algo que, pase lo que pase, sigue siendo todo un acontecimiento para mí.
Soy un fan enfermizo de Star Wars, algo que ahora parece normal, pero durante décadas los seguidores acérrimos éramos más objeto de burla que de otra cosa. Soy un fan enfermizo de Star Wars, aunque no llego al nivel de un Coronel Kurtz del podcast La Órbita de Endor. Sí, soy un fan enfermizo de Star Wars y aún así trato que mi análisis sea lo más objetivo posible.
El Episodio VII provocó en mí sensaciones contradictorias. Por una parte la continuación de la famosa saga era una gran noticia y el trabajo de J. J. Abrams me pareció más que notable (la comparación con la desastrosa “segunda” trilogía está superada). Pero es indudable que abusó de la repetición de elementos ya vistos, acabando con la sensación de haber perdido una gran oportunidad para desarrollar una personalidad propia que pudiera generar un desarrollo argumental nuevo de infinitas posibilidades. El futuro con Keylo Ren, Rey y Luke se presenta sin duda interesante, pero de nuevo hay que esperar para comprobar si estamos en un bucle infinito de refritos, o disfrutaremos de un desarrollo nuevo de la trama. Es por esto que tras esta sensación de decepción, no podía evitar cierta frialdad a la hora de enfrentarme al nuevo producto Star Wars, nuevo en el sentido de que por primera vez (obviemos las películas de los Ewoks, por favor…) se salían de la encorsetada estructura establecida en ese orden de números romanos en el que han ido, vuelto, regresado… pero sobre el que ha girado todo hasta ahora. Las sensaciones eran contradictorias: Por una parte parecía que una película fuera de la estructura oficial podía dotar de nuevos bríos a una historia galáctica. Por otra, era un riesgo que Disney pretendiera comenzar a producir películas en serie para rentabilizar el negocio y se descosiera el encanto de la saga.
Pero afortunadamente el resultado ha sido más que satisfactorio. Gareth Edwards ha sabido darnos exactamente lo que cualquier fan podría esperar: Entretenimiento puro y duro. Inevitablemente la historia encaja en un guión que ya conocemos, de hecho, realmente ya sabemos el final, pero a pesar de esto, la película funciona perfectamente. Es cierto que va de menos a más, si bien la estructura argumental está clara, sí es verdad que la construcción inicial de los personajes flojea algo. El propio Saw Gerrera, protagonizado por Forest Whitaker, da la sensación de no haberse desarrollado como debiera, presentando a un aparatoso rebelde de la propia Alianza que prometía mucho y finalmente queda en poco más que en un secundario sin apenas peso. A Diego Luna le cuesta arrancar igualmente. Pero esto son pequeños detalles, la trama se va asentando poco a poco, girando todo en torno a una eficaz Felicity Jones, y a un elenco de actores sobre los que se sustenta el buen hacer de la película. Porque, sabiendo como se sabe el desenlace de la historia, había que sustentar con habilidad el desarrollo de la trama en otros aspectos que no sea “el final”. Y aquí se consigue a través de, como digo, la potente actuación de sus personajes, y de un ritmo trepidante de menos a más y que, inevitablemente, recuerda a películas bélicas clásicas en los que hay una misión suicida donde los personajes han de darlo todo sin pensar en las consecuencias, persiguiendo el logro de un bien mayor que les supera.
Y es que aquí no se salva nadie, ni el villano, un fantástico Ben Mendelsohn en forma de responsable de la estrella de la muerte (la original, que ya uno pierde la cuenta de cuántas se han hecho), en una última parte soberbia, donde algunos han visto un paralelismo con el Retorno del Jedi por las similitudes con su escena final, la alianza rebelde atacando con TODO, los pulpos al frente de la ofensiva (Haydée, la señora Stone, puede dar fe que grité varias veces lo de “es una trampa!!!”), la necesidad de hacer caer un escudo,… pero a pesar de las similitudes no comparto ese paralelismo. Cualquier parecido es razonable, pero las escenas en ese planeta marítimo poco se parece con las escenas de la Luna de Endor (en todo caso creo que los guionistas de Disney deberían cuidarse de caer en ese tipo de errores… si es que no es a posta, claro), escenas que a mí personalmente me parecieron soberbias, como el momento en que consiguen desviar un destructor sobre otro y hacerlos “caer” sobre el escudo, o las escenas sobre el agua con los ATT, los ataques con los Ala X, gloriosos como siempre…
Por último no puedo dejar de comentar cómo ha encajado la película en la estructura original, y creo que, a pesar de lo arriesgado, han conseguido hacerlo bien, sin golpes de guión aparatosos. La historia del desarrollo de la Estrella de la muerte a través del propio diseñador, de cómo consigue que aquel punto débil del que ya se hablaba hace más de treinta años, me parece muy buena. Los guiños que parecen serlo pero que en realidad son el encaje perfecto para el final me parecen casi brillantes. La primera aparición de Darth Vader (Constantino always in our minds) es soberbia, pero la segunda… es G-L-O-R-I-O-S-A. Porque ese es el Vader que conocemos o creemos conocer, sanguinario y con un poder desmedido, sin ningún tipo de consideración por la vida ajena. Y como decía, lo que parecían guiños, acaba encajando con maestría en el inicio del episodio IV, esto es, con el inicio del todo.
En cualquier caso, diré lo que dije cuando me enteré que Disney haría una película al año del universo Star Wars: Yo estaré encantado mientras hagan buenas películas. Rogue One lo es.