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Hace ya bastante tiempo que cada nueva gira de AC/DC supone un acontecimiento de alcance nacional. Lejos quedan los días en que la banda, a su paso por España, ofrecía conciertos en recintos medianos. Hubo un antes y un después para AC/DC a comienzos de este siglo. Pasaron, merced a diversas estrategias de marketing, a convertirse en una banda de masas. Tuve la oportunidad de verles en directo en el antiguo Palacio de Deportes de Madrid. Corría el año 2001 y la popularidad de la banda liderada por Angus Young tocaba lo que creíamos que era el techo de cualquier banda de hard rock. Llenar un estadio de futbol, en aquellos días, era algo reservado a artistas globales de la talla de Springsteen o los Stones. Sin embargo, a esa nómina de revienta recintos se añadieron Angus y sus chicos en la siguiente gira. Se produjo cierto hype mediático en su primera visita al Vicente Calderón, y desde entonces, sus visitas a su país se saldan con grandes titulares y mucha atención por parte de los grandes medios. En estas circunstancias, los que pudimos ver a la banda en recintos menores, respirábamos aliviados al haber podido disfrutarlos en una distancia más corta.
Nunca me planteé viajar para ver a unos AC/DC en un recinto “big-size”. No fui a verlos en su anterior gira, y tampoco tenía pensado hacerlo en la actual. Sin embargo, una circunstancia impensable tan solo hace unos meses dio al traste con mi veto a acudir a este tipo de shows. El mismo día que se anunció que Axl Rose tomaría el testigo de Brian Johnson, comencé a mover hilos para preparar mi peregrinaje a Sevilla. La concurrencia del pelirrojo cantante de Guns N´Roses, como intuíamos, generó una masiva polémica entre los seguidores del rock. Mi posición fue clara: un Axl Rose en forma encajaría como un guante en el puesto de voceras de AC/DC. Lógicamente, la apuesta era una moneda al aire. Axl no es lo que podemos denominar una persona constante y fiable. Ha pegado más de un petardazo desde que los Guns dejaron de ser los Guns, para convertirse en la Axl Rose Band. Sin embargo, soy de los que piensan que hay tipos que, a pesar de sus pecados, merecen el eterno perdón; una persona del calibre de Axl, voz definitiva del rock de finales del siglo XX merecía al menos la atención debida. Se cruzaron apuestas. Va a ser un desastre; va a ser la hostia. Reconozco que, ante el trato que muchos supuestos fans de la buena música han dispensado al cantante de Lafayette, mi adhesión a la causa fue endureciéndose. Día tras día, desde el anuncio del retorno de Slash y Duff al seno de su banda matriz, y coincidiendo con los primeros rumores del nuevo trabajo de Axl a tiempo parcial, la expectación en torno al actual estado de forma del cantante fue creciendo, alimentando miles de comentarios en las redes sociales. La confirmación final vino a echar aun más leña al fuego.
El primer concierto de esta manga de la gira, en Lisboa, confirmaba el buen estado vocal de Axl Rose, mostrado ya en los shows del mes anterior con su banda de toda la vida. Se produjo un hecho curioso días antes del concierto de Sevilla: ida y venida de entradas, que pasaban de manos de indignados con la inclusión de Axl a manos de aquellos que queríamos vivir algo histórico. Y para allá que nos fuimos.
Llegamos al inmenso Estadio de La Cartuja con el tiempo justo para pillar un sitio razonablemente cerca del escenario. Descontando que había una zona de acceso vip que ocupaba las primeras filas, podemos decir que llegamos tan lejos como pudimos, a pocos metros de las vallas de separación. El concierto se inició a las 21:50 de la noche, con el recinto prácticamente lleno, unas 60.000 personas. Con una intro animada en la que un meteorito acedeciano estalla sobre la tierra, se inició un concierto de dos horas en el que AC/DC repasaron, como siempre, temas legendarios de su repertorio, trufados con algunos hits más recientes. Ya en el primer tema comprobamos el buen estado vocal de Axl. El sonido fue bastante bueno en general, la voz de Axl sonaba bien. A la batería teníamos de nuevo a Chris Slade ocupando el mismo puesto en el que estuvo temporalmente hace casi treinta años, tal vez menos dinámico que en aquellos días pero igualmente efectivo. La ausencia de Malcolm, como sabemos, la suple otro miembro de la familia Young, Stevie. Eché de menos más fuerza en su guitarra, muy mermada en la mezcla que pudimos oír. Al bajo sigue Cliff Williams, con su papel de hombre tranquilo acompañando a la banda desde su discreto pero necesario segundo plano. Lógicamente, el protagonismo del show, donde estaban puestos todos los ojos, lo compartieron Angus (líder natural de la banda, y la razón de que puedan seguir defendiendo su nombre), y Axl. Angus, como siempre, nos ofreció su repertorio de saltos, pasos de ganso y idas y venidas a lo largo del escenario, y sobre las dos plataformas habilitadas para su lucimiento.
Y Axl…bueno, Axl actuó sentado por su lesión- Fantaseé durante un rato con la posibilidad de que en algún momento se levantara de la silla y esta fuera machacada a guitarrazos por Angus; intentaré hacerles llegar la idea, la considero buena. Es raro ver a Axl ahí, casi sin poder moverse. Pero joder, cantó muy bien, especialmente cuando más exigido estuvo. Se pueden discutir muchas cosas sobre su figura, pero al menos ayer quedaron dos cosas claras: Uno, ha recuperado en buena medida sus cualidades vocales. Dos, nadie puede negar su compromiso y profesionalidad hacia su nuevo empleo. No fue el Axl divo, no fue el Axl borde, fue un Axl que se mostró enormemente respetuoso con el legado que vino a defender. Ese es un hecho que ni sus detractores podrán negar.
El repertorio, como digo, es más o menos el que cabe esperar; una banda con tantos discos y tan buenas canciones a sus espaldas siempre deja cosas en el tintero, pero no se puede negar que casi todo lo que tocaron nos supo a gloria. Me quedo especialmente con sus clásicos más lejanos en el tiempo (“Back in black”, “Givin the dog a bone”, “Shoot to thrill”, “RnR Damnation”, “Sin city”, “Whole lotta Rosie”, etc), aunque los temas punteros de sus últimos discos no desentonan, algunos como “Rock and Roll Train” se han convertido ya en clásicos coreados por el público. Como es habitual, el tramo final del show llegó con el consabido “Let it be rock”, momento habitual de exhibición de Angus Young. Para los bises quedaron la coreada “Highway to hell”, los cañonazos de “For those about to rock” y un tema que recuperan en esta gira, que para mí es un gran concert opener pero que ellos usan como final explosivo: “Riff Raff”. En definitiva, fue lo mejor que se puede esperar a día de hoy de una banda legendaria, que musicalmente sigue dando la talla en directo, y que, con la intención de cerrar su plan de gira, han tirado de alguien que es cualquier cosa menos un don-nadie en el negocio. Habrá gente que le pueda poner mil pero a la apuesta, pero si lo que cuenta es el resultado, los actuales AC/DC no son ni mejores ni peores que los que vinieron en las dos últimas giras. Es lo que hay.
Tall Cool Jesse
1 comentario:
Axl resurrection! Quién lo diría, pero hacía años que no estaba tan bien, tronos aparte
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