Blind Melon, ufff… son palabras mayores. Ha habido muchos músicos que han significado mucho para mí, muchos que en estos cuarenta años me han acompañado en los buenos y en los malos momentos y que de alguna forma has sentido más cerca que a mucha gente que estaba alrededor. Pero, luego, hay otros que sientes que son parte de ti, que cuando los escuchabas tenías la sensación de que te estaban cantando exclusivamente a ti. Blind Melon es uno de esos pocos ejemplos de lo que hablo. E inevitablemente al hablar de Blind Melon la figura de Shannon emerge con diáfana claridad. Alguien como él no podía pasar inadvertido y a fe que no lo hizo.
Conservo la imagen de la adquisición de algunos discos que han sido importantes en mi

Posteriormente vino “Soup”, que abría un maravilloso camino hacia sonidos igualmente excitantes, profundizando en un tamiz que bebía ahora más de Nueva Orleans que de Grateful Dead. Un disco soberbio, una banda sin techo, pero un líder a punto de estallar. Volvemos a los recuerdos. Un mediodía de finales de octubre en casa de mis padres sentado en el sillón de la izquierda de la tv, el programa musical diario de canal plus intercalaba los videos con las noticas. Salió de fondo el video de Galaxie y la chica anunciaba sin mayor emoción que el cantante de Blind Melon había aparecido muerto en su autobús de gira por una sobredosis. Desde entonces cada vez que veo esas tonalidades azules y rojas del video me envuelve la misma sensación de angustia que sentí aquel día. No podía ser, no podía ser… estaban en la rampa de salida de algo grande, estaban llamados a perdurar durante décadas… pero no. Shannon como tantas estrellas tenía como destino a brillar con la intensidad de lo fugaz, nos había hecho felices y se fue. Desde entonces somos muchos que lo recordamos continuamente, con profunda nostalgia y sentida admiración. Luego fue llegando material extra, algunos maravillosos como Nico, y otros maravillosos y extremadamente duros, como ese concierto de Woodstock, en la que Shannon parecía un ángel recién caído, ido, eléctrico, doliente, místico… Luego nos enteramos que ese día había recaído en su adicción tras tres meses intentando mantenerse limpio. Es duro pensar en cuánto talento se han llevado por delante las putas drogas.
Han pasado 20 años y Shannon sigue ahí, con nosotros, con esa sonrisa y esa vitalidad. Realmente nunca se ha ido. Hace unos días me encontré por casualidad el perfil de facebook de la madre de Shannon y desde entonces he dudado en saludarla. Quién sabe, algún día lo haga. Le daría las gracias por haber traído a Shannon al mundo e intentaría, posiblemente sin conseguirlo, explicarle qué tan importante ha sido su hijo, nacido en Lafayette, en la vida de un tipo del sur español.
1 comentario:
Muy de acuerdo con todo. Sobretodo en el tema evolución. Ese cambio entre primer y segundo disco abrió tantos caminos que no pudimos disfrutar....
Publicar un comentario