Cualquiera que se haya pasado por aquí recientemente habrá leído algo sobre el affaire Dayna Kurtz (
aquí), que hacía un llamamiento a través de las redes sociales para que los fans y/o amigos le echasen una mano para poder publicar su disco en los Estados Unidos. Bien, parece ser que un fan (ex-fan en realidad), no muy de acuerdo con los razonamientos que esgrimía Dayna, le escribió un mail. Gracias a nuestros numerosos contactos en la sombra, y a que los colegas de
Paisajes eléctricos lo han publicado, hemos podido leer la
contestación de Dayna a este ex-fan, que como dicen en Paisajes "
constituye por sí misma un relato meridiano y real de lo que incluso artistas, en principio, tan consolidados y brillantes como Dayna, han de afrontar para poder vivir de su trabajo".
Aquí les va:
Querido amigo,
Siento haberte decepcionado. ¿Esos dos discos que compraste? (el ‘fan’ dice haber comprado los dos primeros discos de Dayna). Mucha gente compró esos discos. Más de 30 mil personas. No son números de una estrella de rock, lo sé; pero, por primera vez en mi vida, estaba rozando con los dedos la clase media. Pagué mis deudas. Traté de colaborar en mi matrimonio al mismo nivel que mi marido. Nos compramos una casa modesta y pagué mi parte de la hipoteca. Mi tercer disco, que salió hace cuatro años, como mucho vendió la mitad. No fue demasiado, pero pude arreglármelas. Ahora bien, ¿sabes cuánto ha vendido “American Standard”? En seis meses he vendido 900 copias en Europa. ¡900! Si estuviera perdiendo público porque mi música se hubiera convertido en una mierda, porque se hubiera vuelto aburrida, si hubiera tenido más críticas malas que buenas o si cada vez viese que venía menos gente a mis conciertos, no soy idiota, lo asumiría y me buscaría otra forma de ganarme la vida. Pero la mayoría de las críticas han sido fantásticas, y la gente sigue viniendo a los conciertos. Y hay otro dato más significativo: hoy he mirado al azar cuatro sitios web que ofrecen descargas de mi disco y, según sus estadísticas, se habían descargado “American Standard” 50.000 veces. Gratis, por supuesto. Como te digo, sólo han sido cuatro sitios de los cientos y cientos que hay ahí fuera.
Lo que la mayoría de la gente no entiende, de lo que no se dan cuenta, es que girar no es algo del todo rentable. Girar con un grupo, normalmente, te obliga a perder algo de dinero. El objetivo de girar –aparte de lo mucho que nos gusta hacerlo a los que somos animales de escenario- es vender discos. Yo nunca he aparecido en ninguna emisora de radio comercial, así que las ventas de CD y las descargas legales eran el único vehículo para conseguir unos beneficios reales, tangibles, los únicos que había logrado después de llevar 20 años dedicándome profesionalmente a la música.
Yo no ‘exijo’ nada a mis fans, pero si hay las suficientes personas que quieren que yo grabe discos, si hay gente para la que de veras mi música parece significar algo y que desean seguir escuchándola, entonces no veo nada malo en pedirles ayuda, cada uno en la medida de sus posibilidades. Lo único que me causa algo de desazón por este tema es tener casi la seguridad de que la gran mayoría de los que están donando su dinero son fans que ya habían pagado por mi música. Eso, te puedes imaginar, me llena de gratitud hacia ellos, porque no tengo palabras para agradecer tanto apoyo y cariño.
Así que, déjame decirte, amigo mío, que esto no es ningún juego. No me faltes al respeto. No es fácil pedir ayuda. Es duro admitir/asumir que la profesión a la que he entregado mi vida ha cambiado para siempre y que ya no puedo estar segura de que vaya a pagar las facturas con ella. Pensaba, equivocadamente, que teniendo los suficientes fans podría sacar el disco en Europa, donde tengo más público, y, después de girar y vender algunos discos, tendría lo necesario para publicar el disco en Estados Unidos y girar –porque en EEUU es mucho más caro hacerlo-. Así podría pagar las facturas y, en un buen año, incluso quedaría dinero para hacer el disco siguiente.
Y así fueron las cosas durante la última década... hasta la edición de este disco. Hasta que un número cada mayor de gente decidió que no importaba robar algo que a mí me cuesta decenas de miles de euros y cientos de horas de trabajo –tanto desde el punto de vista técnico como del creativo-. Igual la gente piensa que porque en un par de países –España y Holanda- mi nombre aparece en los medios y hay quien paga para verme tocar en grandes clubs y teatros no me afecta si me roban un poco. Se equivocan.
Me hablas de África, Haití y Nepal. ¿Acaso no vas al cine o a un concierto porque en Haití necesitan ese dinero que tú te gastas? No trato de equipararme a ninguna causa tan trágica. Sólo intento conseguir algo de dinero de los fans que sienten una conexión especial con mi música, de los que tienen interés en que siga adelante y no tire la toalla porque, ahora mismo, es eso lo que me estoy jugando. Y me sentiría mucho más en deduda con un puñado de personas que me respetan y me aprecian que con una multinacional a la que lo mismo le da vender discos que lavaplatos.
La historia de los músicos que dependen del mecenago de unos cuantos es larga. Estoy al lado de artistas multiventas completamente desdeñados en su día como Bach o Mozart, caballero. No me estoy quejando de nada nuevo. Durante siglos los artistas se han buscado la vida –y sí, incluso han tenido que arrastrarse- para llevar algo de comida a su mesa y tener además tiempo y energía para crear algo que dé sentido a sus vidas, que les haga sentirse conectados con algo universal, algo que conmueva a la gente.
Siento que ahora te arrepientas de haber comprado aquellos dos discos cuando eras tan pobre (el ‘fan’ comentaba que “se gastó el dinero que no tenía” en esos discos). Te podrías haber tomado ocho cervezas por el mismo dinero, o podrías haberte comido dos paellas, o visto dos películas -¡con palomitas incluidas!-, pero, ya ves, lo malgastaste. Al menos espero que los escucharas y los disfrutases muchas veces antes de que yo te decepcionara por no pasar tu test de pureza artística y que, por lo tanto, te hiciera sentir que fue un dinero mal invertido.
Me gustaría que me nombrases un músico que, según tú, sea capaz de superar ese ‘test de pureza’. Te garantizo que, o bien venían de familias ricas, o tuvieron mucho éxito siendo muy jóvenes o, lo más probable, se han vendido –como tú dices “han perdido su dignidad”- haciendo cosas de las que no tienes ni idea. Habrán compuesto la música de algún anuncio japonés; les habrán pedido a sus editores que colocaran sus canciones a alguna super estrella del pop o del country; habrán tocado en fiestas privadas o en alguna boda de algún fan millonario que les pagó más que bien... y recibieron con alegría al hombre del maletín. Hicieron aquello para lo que les pagaron, después cogieron el cheque, pagaron las facturas y besaron a sus mujeres y a sus hijos cuando volvieron a casa. Con la conciencia tranquila y habiéndose quitado un gran peso de encima comenzaron a trabajar en algo que de verdad les emocionaba, algo que les hacía sentir esa excitación, ese miedo y esa enorme felicidad. Para llegar a este último punto, servidora, y todos los artistas que conozco, hemos hecho de todo. Yo he cantado en un par de anuncios de televisión –y ese trabajo tampoco está muy boyante, por la crisis-, he trabajado como músico de estudio, cantando y tocando la guitarra, he producido discos para otra gente, y he rezado a Dios o a quien sea para que la estrellita pop de turno versionara mi “Love gets in the way”, que lo convirtiera en un superhit y que me proporcionara el suficiente dinero para que pudiera dedicarme de una puta vez y durante el resto de mi vida sólo a componer, grabar y tocar la música que tengo dentro de la cabeza.
Sé que no puedo exigirle nada a nadie por esta vida que he elegido y que amo; sé a ciencia cierta que ha sido una bendición poder vivir de esto, aunque pueda estar cerca el día en que no sea posible dedicarse sólo a grabar y girar. Pero es la única vida que conozco, desde que compuse mi primera canción, y es por lo que voy a luchar. Cada día de mi vida.
Le deseo ese tipo de vida a todo el mundo. A ti también.
Atentamente,
Dayna Kurtz.
PD: Está claro que ya no te gusta mi música, ahora que sabes que está ‘manchada’. Pero si hay algún otro artista que te gusta, por favor, compra su música, o acabarás enterrándole.”.