Increible historia que he leído en http://rocknrollmf.wordpress.com y que me ha dejado alucinado, casi con lágrimas en los ojos. La relata Jesús Arias, hermano de Antonio Arias (091, Lagartija Nick):
“Fabrizzi era uno de esos bohemios trotamundos que se ganaba la vida tocando su acordeón en la calle Zacatín de Granada. Era un “homeless” que interpretaba al acordeón música clásica (Tchaikovsky, Mozart, Beethoven), tangos, canciones pop, lo que fuera, siempre con una maestría increíble. Un músico excepcional.
Arias conocía a Fabrizzi desde hacía unos meses. “Había oído una música buenísima desde lejos y, conforme me acercaba, descubrí que era un acordeonista callejero. Me quedé escuchándolo al menos media hora, echándole monedas y aplaudiendo con cada nueva cosa que tocaba. Era la hostia. Al final, cuando ya el grupo de gente que se había congregado a su alrededor se había dispersado, yo seguía allí, todo embelesado”.
Le dije: ¿Cómo te llamas, tío?
Me dijo: Me llamo Juan Carlos, pero todo el mundo me llama Fabrizzi.
Le dije: Pues eres la hostia. De verdad.
Me dijo: Tú debes ser músico.
Le dije: Sí. Y estoy asombrado. ¿Cómo consigues tocar a Tchaikovsky de esa manera? Estoy alucinado.
Me dijo: Tchaikovsky no es tan complicado. Lo difícil son los Clash y los Rolling Stones.
Le dije: No me jodas. ¿Conoces a los Clash?
Me respondió: ¿Los Clash? Son mi grupo favorito.
Y empezó a tocar “Jimmy Jazz”.
Le dije a Fabrizzi: “Recoge: Te invito a lo que quieras”.
Nos fuimos a un bar, bebimos cervezas y hablamos larguísimamente sobre los Clash. Nos despedimos una hora después. Yo, a partir de ese día, trataba de pasarme por la calle Zacatín para oírlo, él para pedirme que le contara historias de Joe Strummer o para que me contara que lo habían contratado como músico en una obra de teatro.
Y bueno, aquel día, en el Campo del Príncipe, mientras Joe está diciéndome lo jodido que está, aparece Fabrizzi con su acordeón. Lo veo de lejos. Le hago un gesto. Me ve de lejos y se acerca, sin dejar de tocar, hasta nuestra mesa. Y esta escena es la hostia. Uno de los momentos más acojonantes de mi vida. Majestuoso.
Nada más llegar, le digo a Fabrizzi: “Fabrizzi, éste tío de aquí es Joe Strummer”.
Fabrizzi lo mira. Me mira a mí. Me dice: “No. Ése no es Joe Strummer”.
Joe se vuelve hacia él, y le dice en español: “Si, yo soy Joe Strummer, señor”.
Fabrizzi le dice: “Tú no eres Joe Strummer. Tú te pareces a Joe Strummer. Pero no eres Joe Strummer”.
Joe me pide que traduzca lo que ha dicho Fabrizzi. Se lo traduzco.
Joe se enfada: “Of course I’m Joe Strummer!”.
“Tú no eres Joe Strummer”, le dice Fabrizzi con toda tranquilidad.
Joe se levanta de su silla. “¡Sí soy Joe Strummer!”, dice en español.
Fabrizzi, tan vagabundo, con sus ojos a lo Martin Feldman, sonríe como los vagabundos que han visto de todo y han oído de todo en este mundo. Vuelve a decirle: “Que no, que no eres Joe Strummer. Yo conozco a Joe Strummer y es mucho más alto que tú”.
Joe me pide traducción. Traduzco.
Fabrizzi le espeta entonces: “Si eres Joe Strummer, canta esto”.
Y se pone a tocar “Jimmy Jazz”.
Cuando Joe Strummer escucha que un músico callejero está tocando en un acordeón “Jimmy Jazz”, que le dice en su cara que no es Joe Strummer… Joe… Ese Joe Strummer se va a su lado y, como otro músico callejero, se pone a cantar “Jimmy Jazz” con la voz de Joe Strummer. Y los dos músicos se miran. Y Fabrizzi toca de la hostia y Joe Strummer canta de la hostia.
Putos músicos los dos, como si estuvieran tocando en el metro de Madrid.
Y Joe cantando con lágrimas en los ojos. El día de su cumpleaños se va a Granada y se encuentra a un músico vagabundo que toca sus canciones por la calle para ganarse la vida, que le niega el derecho a ser Joe Strummer, pero que se sabe sus canciones.
Terminan el “Jimmy Jazz” y Fabrizzi le dice: “Bueno, la voz se parece bastante. Pero, si quieres, probamos con ‘London Calling’”.
Fabrizzi me dice luego: “Dile que sí, que es Joe Strummer”.
Se lo traduzco a Joe, al que le caen los lagrimones por toda la cara. “El mejor cumpleaños de mi vida”, dice Joe. “El mejor cumpleaños de mi vida”. Para colmo, se acercan a nuestra mesa unos turistas ingleses, y le echan unas monedas a Joe: “Brilliant, really brilliant. You both sound exactly as The Clash (Brillante, realmente brillante. Ambos sonáis exactamente como los Clash).”