Esta es un antiguo artículo que escribí para otro blog, compartido (http://locomundojovenes.blogspot.com/) de una de las mejores series televisivas jamás emitida. Por desgracia en España a pesar de "disfrutar" de cosas como Anatomía de gray o Los hombres de Paco, por poner un triste ejemplo patrio, aún no ha llegado a emitirse.
Es evidente que asistimos a un imparable retroceso del cine americano: un nivel que baja hasta niveles ridículos, con revisiones de clásicos y de no tan clásicos, copias absurdas fotograma a fotograma, precuelas y secuelas imposibles,… Un proceso que no hace sino mostrar con descarnada crudeza que en las laderas de Hollywood las ideas son un bien escaso, y que la industria cinematográfica, autocomplaciente como pocas, se ve a sí misma sin posibilidad de reacción, sin capacidad de iniciar la búsqueda de nuevas propuestas y de asumir riesgos.
Y mientras el cine pierde fuerza, comprobamos como la televisión ha venido ocupando en cierto sentido ese lugar que el séptimo arte ha dejado vacío. La necesidad de desarrollar propuestas distintas a los patrones establecidos en Hollywood por parte de creativos, directores o guionistas les ha llevado a buscar un hueco en los canales televisivos, donde disponen de más libertad, y en cuyo formato parecen encontrarse más cómodos, sin las cortapisas propias de las grandes distribuidoras cinematográficas. El resultado, sin duda, no puede ser más brillante.
Históricamente las series han sido divertimentos más o menos afortunados, que, atrapados por la dictadura de los niveles de audiencia aparecían y desaparecían sin aviso; producciones de escaso presupuesto con guiones y efectos más propios de la serie B (el Superhéroe americano); actores de tercera e historias infumables que los acercaban mas de lo deseable a las terroríficas telenovelas latinoamericanas (Falcon Crest, Dallas, Norte y Sur…), producciones con un insuperable encanto kitch (el Coche fantástico, el Equipo A, Starky y Hutch, Orzowei, Galáctica),… Ciertamente pocas series que no fuesen comedias habían conseguido un nivel comparable a las grandes producciones cinematográficas. Quizá Twin Peaks, The Twilight zone, Doctor en Alaska… Mención aparte se merecen los Simpsons, sin duda el mejor programa de la historia y que lleva quince años en antena, aunque supongo que no es comparable al tratarse de una serie de animación (si bien está claro que Homer está más presente en la vida de muchos de nosotros que gente de carne y hueso de nuestro alrededor).
Todo esto ha cambiado. Las cadenas de televisión decidieron dar un considerable salto cualitativo en sus propuestas. HBO, WB, NBC,… han apostado fuerte y definitivamente han ganado.¿Cuántos de nosotros no nos hemos enganchado con alguna de estas series estos últimos años? ¿Cuántos no nos hemos quedado prendado de Lorelai y Rory Gilmore? ¿Quién no se ha quedado perplejo con cada nuevo giro de guión de Perdidos? ¿A qué hora nos hemos acostado viendo capítulos y capítulos de los mafiosos de New Jersey? ¿Quién no ha visto varias veces los episodios de Seis metros bajo tierra? ¿Se puede mejorar el reparto de actrices de Mujeres desesperadas? ¿Quién no querría tener a Kirk como vecino en Stars Hollow o estrangular a Taylor?
Si tratamos de analizar qué es lo que tienen en común series tan diferentes entre sí, llegaríamos a la conclusión de que muchas se basan en historias desarrolladas desde enfoques distintos a los habituales (Seis metros bajo tierra, Chicas Gilmore, House …), que cuentan con guiones sólidos (Perdidos, Mujeres desesperadas, Invasión,..), que se sostienen sobre extraordinarias interpretaciones de fantásticos actores (James Gandolfini, Clancy Brown, Lauren Graham, Edward Herrmann, James Caan…) y sobre ambientaciones sobrecogedoras (la isla de Perdidos, los desiertos de Carnivale, el Montecito de las Vegas, la cárcel de Prison Break, …),…
Si tratamos de analizar qué es lo que tienen en común series tan diferentes entre sí, llegaríamos a la conclusión de que muchas se basan en historias desarrolladas desde enfoques distintos a los habituales (Seis metros bajo tierra, Chicas Gilmore, House …), que cuentan con guiones sólidos (Perdidos, Mujeres desesperadas, Invasión,..), que se sostienen sobre extraordinarias interpretaciones de fantásticos actores (James Gandolfini, Clancy Brown, Lauren Graham, Edward Herrmann, James Caan…) y sobre ambientaciones sobrecogedoras (la isla de Perdidos, los desiertos de Carnivale, el Montecito de las Vegas, la cárcel de Prison Break, …),…
¿Por donde comenzar? En el primer lugar de la lista estarían por méritos propios Los Soprano, una majestuosa recreación actual del mundo de la mafia ítaloamericana, alejada de los fastos de mafiosos de New York, las Vegas, o Chicago. Aquí estamos hablando DEL capo de New Jersey, el enorme Anthony Soprano, más conocido como Tony (“To” o directamente “T”), unos 200 kilos de clase, mala leche y problemas psicológicos directamente provocados por su peculiar trabajo, su madre y su tío Junior. Supongo que la mayoría ya se habrá empapado de todas sus temporadas (la sexta, a punto de ser estrenada en España, es la definitiva, para nuestra desgracia), así que sabréis de lo que hablo cuando puedo asegurar que Los Soprano es lo más grande que nos ha proporcionado la televisión desde que Orzowei colgó el arco.
Así, con los Soprano, o quizá gracias a ella, apareció esta nueva generación de series que nos ha “obligado” literalmente a pasar horas y horas delante de la pantalla. “Seis metros bajo tierra”, “Las chicas Gilmore”, “Prison Break”, “Perdidos”, “Invasion”, “Alias”, ”Mujeres desesperadas”, ”House” “Roma”, “Las Vegas”… dejan en muy mal lugar otras series anteriores como “Sexo en Nueva York", “Urgencias” (por dios, el doctor House es mucho más interesante que el sosísimo de Clooney) o “Ally McBeal” (¿qué puede hacer la escuálida Calista Flockhart al lado de Eva Longoria ó Lauren Graham? ¡Absolutamente nada!), que presuntamente representaban la vanguardia en las propuestas televisivas en su momento.
Sin embargo, en esta ocasión no hablaremos de ninguna de ellas, todas estrenadas en España y con suficiente difusión a través de canales públicos o del canal Fox (we’re not worth it, we’re not worth it…), si no de una obra maestra de la pequeña pantalla, una serie que ha roto los esquemas en los Estados Unidos y cuya emisión en nuestro país es cuestión de tiempo: Carnivale.
Bien, para lo que nunca hayan oído hablar de Carnivale, comentar que era una serie de la exitosa cadena HBO, responsable de Los Soprano o Seis metros bajo tierra. Y digo era por que HBO anunció recién finalizada la segunda temporada que la serie se daba por concluida debido a motivos de rentabilidad. Parece ser que los niveles de audiencia alcanzados no podían sostener unos costes tan altos, debido a que, entre otras cosas, la acción se desarrolla casi enteramente en exteriores, y desde luego, viendo la calidad de facturación de la serie se hace evidente que no debía ser barata. Claro que, lo que los ávidos directivos de HBO no podían sospechar, era que habían creado un monstruo con vida propia. Sucedió que al momento de anunciar su cancelación, cientos de miles de enfermizos fans de Carnivale, furiosos y desquiciados bloquearon los buzones de correo electrónico y saturaron las líneas de teléfono de las oficinas de HBO reclamando un final para la serie, ya que la segunda temporada aún dejaba cabos sueltos, algo así como seguir sin saber quién demonios mató a Laura Palmer.
Para comenzar, Carnivale se desarrolla en el sur de los Estados Unidos en el año de nuestro señor de 1934, justo después del gran desplome de la bolsa norteamericana en el 29, crack bursátil que condenó a la más extrema pobreza a millones de ciudadanos, abocándolos directamente a la muerte por inanición, enfermedad o simplemente a la locura y la esquizofrenia que produce haber perdido todo en cuestión de minutos. Las habituales imágenes que vemos de aquella época se recrean con descarnada crudeza: familias enteras tiradas en el camino, harapientos padres de familia enterrando sus recién nacidos, fábricas funcionando a duras penas en condiciones infrahumanas y sustentadas por el trabajo de escuálidos niños,… El gran sueño americano a principios del siglo pasado.
Antes del principio, después de la Gran Guerra entre el Cielo y el Infierno...
...Dios creó la Tierra...
...y dio dominio sobre ella al habilidoso mono al que llamó Hombre.
Y en cada generación nació una criatura de luz...
...y una criatura de oscuridad.
Y grandes ejércitos se enfrentaron de noche en la antigua guerra...
...entre el Bien y el Mal.
La magia existía entonces, la nobleza...
...y una crueldad inimaginable.
Y así fue hasta el día en que un falso sol explotó sobre Trinidad...
...y el Hombre cambió para siempre la maravilla...
Evangelio según San Mateo.
...Dios creó la Tierra...
...y dio dominio sobre ella al habilidoso mono al que llamó Hombre.
Y en cada generación nació una criatura de luz...
...y una criatura de oscuridad.
Y grandes ejércitos se enfrentaron de noche en la antigua guerra...
...entre el Bien y el Mal.
La magia existía entonces, la nobleza...
...y una crueldad inimaginable.
Y así fue hasta el día en que un falso sol explotó sobre Trinidad...
...y el Hombre cambió para siempre la maravilla...
Evangelio según San Mateo.
En este ambiente de incertidumbre y desesperación que hemos descrito, un circo ambulante se mueve de pueblo en pueblo a través de los desérticos parajes del sur americano, tratando de limpiarles unos pocos dólares a los habitantes de los poblados que se encuentran en su camino. Y en ese errático caminar que los dirige, se tropiezan con un extraño y confuso joven, Ben Hawkins (Nick Stahl), que en cuya granja en mitad de ninguna parte trata de enterrar a su madre, una mujer cuyo fanatismo religioso y salud mental la hizo rechazarle afectiva y físicamente hasta el final de sus días. Y si bien algunos de los componentes de la caravana pretenden abandonar al joven a su suerte, inconsciente, famélico, sucio y encadenado, el jefe de la caravana, un particular hombrecito de medio metro, Samson (Michael J. Anderson), decide acogerlo bajo la misteriosa premisa de la dirección del circo, “management”, del que sólo se intuye una ronca voz detrás de una cortina roja en el interior de un tenebroso carro. A partir de ese momento, Hawkins entra a formar parte de Carnivale, lo cual responde a un cuidado plan trazado por el misterioso “management”.
Al mismo tiempo, se nos aparece la figura de un sacerdote metodista, el hermano Justin, un tipo de aspecto intimidatorio que pese a su alzacuello y su sonrisa beatífica, desde el primer instante te infunde poco menos que un respeto inquietante que linda con el miedo. Justin, junto a su inseparable hermana, la no menos turbadora Iris, andan tratando de difundir la palabra del señor entre las clases más desfavorecidas. Sin embargo, los métodos del bueno del hermano Justin no son digamos, convencionales. En el primer episodio consigue hacer que una pobre mujer sucia y desquiciada reconozca en su propia parroquia los robos que ha venido realizando del cepillo de la iglesia. En realidad no le convence a ella, si no a su estómago, dando como resultado una secuencia que te descoloca por completo, en un ambiente austero, gris y asfixiante. Cosas del entrañable hermano Justin. Y si el joven Hawkins entra a formar parte de la gran familia circense ambulante con un extraño halo de secretismo en su mirada, paralelamente el hermano Justin desarrolla una extraña e íntima fijación en la creación de una iglesia para disfrute propio y de sus peculiares feligreses.
¿Y qué tienen en común estos dos personajes? Aparentemente nada en absoluto. Tan sólo la pequeña circunstancia de que sus sueños coinciden, y en estos aparecen las mismas inquietantes imágenes: secuencias sin sentido de guerras europeas, lobos atacando en trincheras nazis, espectros con árboles tatuados en el torso, miembros cercenados,… Y a la vez, en que ambos se saben poseedores de extrañas capacidades y piezas fundamentales de un juego que les supera irremediablemente, un juego más antiguo que el propio mundo.
Y si el hermano Justin y Ben Hawkins acaparan un justificado protagonismo en las dos temporadas, no podemos desmerecer al resto de personajes que pululan por los polvorientos paisajes de Carnivale, y que esconden turbulentas personalidades e impecables interpretaciones, desde el pequeño Samson, que vigila y escruta todo lo que sucede a su alrededor y que sirve como portavoz de las directrices del invisible “management”; Sofie, la joven echadora de cartas que se comunica con su madre, Apollonia, postrada desde hace años sin siquiera pestañear pero cuya presencia inquieta a todo quien se la acerca; Iris, una hermana fanática de dios y de su hermano, capaz de asesinar por la obra divina de Justin; la calentorra Rita Sue y su peculiar familia, el entrañable Stumpy y la inquieta (y no menos calentorra que su madre!) Libby; el cabronazo de Lodz, ciego que ve el más allá, y su compañera Lila, la mujer barbuda,… Desde luego, una galería de personajes desconcertante.
Para terminar, no podemos dejar de hablar de Carnivale sin citar sus dos influencias más evidentes: David Lynch y “Freaks”, de Todd Browning. Está claro que la serie bebe directamente de la iconografía de Lynch, sus ambientaciones retorcidas y asfixiantes, inquietantes recreaciones de épocas y de personajes retorcidos,... Pero si es deudora de la obra del director norteamericano, no lo es menos de la película “Freaks”, de Todd Browning, esa maravillosa paradoja sobre la belleza y la fealdad del ser humano que tan bien supo reflejar Browning en su película, ambientada “casualmente” en la misma época y el mismo ambiente que nuestra serie de freaks favorita.Carnivale, en definitiva… una obra maestra.